1 de junio de 2011

Las ranas de La Laguna (naturaleza en vivo)



En un articulo anterior decíamos que antes que llegáramos los humanos a La Laguna ya vivía una comunidad de ranas que cantaban felices en su estanque verde-azulado.

Nuestras ranas eran :
Muy guapas ,
muy sevillanas, y
muy graciosas.

Eran muy guapas y tenían la piel tatuada con dibujos diferentes . La cara diáfana y tersa . Los ojos amarillos y algo saltones. Los oídos pequeños y la boca, aunque un poco grande, armonizaba perfectamente con su cuerpo. Éste era un poquito regordete, pero bien hecho. Las patitas eran un poco largas, pero muy limpias y bien arregladas.

Eran unas ranas muy ágiles y saltaban con mucha gracia. Cuando se paraban para mirarte, parecían pequeñas esfinges traídas de los templos egipcios. No eran muy huidizas y si te acercabas a ellas, con el respeto que merecían, no se ponían nerviosas y esperaban tranquilamente que pasaras. Solo faltaba que te dijeran: Buenos días.

Fueron bastante familiares y venían a nuestras casas, las más cercanas para ellas, y vivían en los jardines, entre los ladrillos y los montones de arena de las obras.

También fueros muy sevillanas, porque muchísimas generaciones suyas nacieron, vivieron y murieron en su paraíso del Aljarafe.

La gracia de nuestras ranas puede deducirse por las pocas cosas que decimos de ellas en el contenido de este escrito .



Durante unos años siguieron cantando inocentemente en su “estanque dorado”. ¿A quién cantaban nuestras ranas? No cabe duda que lo harían a sus enamorados o enamoradas, y también es seguro que harían aquellos grandiosos conciertos, con tantas voces diferentes, para su satisfacción propia y alarde de sus facultades de cantantes. Pero también podía ser que cantaran en honor de sus nuevos vecinos, que llegaban con todos los adelantos de la civilización mundial.

Con sus grandes casas y la gran cantidad de aparatos, para todo, que les darían una vida mejor y un mundo feliz que no habían disfrutado sus antepasados. Pero no fue así. Pronto empezaron a llegar las grandes máquinas que, como monstruos, empezaron a cambiar la fisonomía del paisaje que siempre habían visto tantas generaciones anteriores.

Cortaron los olivos. Removieron su tierra y sus plantas. Hicieron pozos que recogieron el agua de su laguna que, poco a poco, se fue secando hasta quedar agrietada y seca como el resto de la finca. 
 


No sabemos qué les pasaría, pero las que no murieran de sed y de hambre, se alejaron tristes hasta encontrar otro sitio, con la pena en su mente del daño que le habían causado los nuevos vecinos. Con el gran desengaño causado por los hombres.

Ya nunca mas cantarán en su paraíso desaparecido, pero nosotros sí le dedicamos este sentido recuerdo.

José Cabral Arrabal

5 comentarios:

  1. Y siguen existiendo, yo las oigo cantar de noche

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  2. Es un artículo muy bonito. Me gusta cuando estoy en un lugar acuífero escucharlas.

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  3. PEPE ESTA HISTORIA ES MUY BONITA . ME GUSTA

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  4. me ha resultado ademas de curioso romantico y simpatico

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  5. Puede que algunas emigraran al Parque de la Mampela, pues allí al acercarse a un estanque pequeño pero majete, con su cascada y todo, le
    esperan a uno para saludarle zambulléndose, al menos media docena de ranas.
    Algunos gamberros se han dedicado a ensuciar salvajemente el pequeño "hábitat", y unos exuberantes lotos luchan por taparlos con sus hojas.

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