11 de mayo de 2011

Mi historia con Palomares (José Cabral Arrabal)


Juntos vamos caminando hace tiempo. Como camaradas que siguen una senda buscando un horizonte de ilusiones. El camino es dispar y desconcertante. Es suave y agreste, frío y sofocante. Con flores que lo bordean por algunas partes de la andadura, unas veces, y otras con cardos y pedruscos que lo hacen doloroso y demoledor, triste y aburrido sin solución alguna. 

¿Y el horizonte? El horizonte que buscamos es de mañanas serenas y tardes con crepúsculos sonrosados y brisas suaves y benignas de las que embriagan el aire y adormecen el espíritu.

Pero todo llega. Una parte a nuestro gusto y la otra mitad es decepcionante y triste. Triste por los que perdimos en ese caminar y decepcionante por los días felices que no llegaron en la abundancia que los deseábamos. Hemos de conformarnos porque sólo Dios dirige el destino. Como habéis podido adivinar estos caminantes no son otros que la historia de Palomares del Río y la pequeña historia mía que se le unió para hacer el camino juntas.

¿Cómo llegué a Palomares? Allá por mis treinta años la empresa me envió a Sevilla. La oficina estaba en Pastor y Landero, y frente a la misma había una parada de autobuses donde llegaban los de Palomares. Cuando los veía llegar siempre me preguntaba dónde estaría aquel pueblo, si sería grande o pequeño, alegre o triste, cercano o lejano. Preocupado en otras cosas nunca intenté conocerlo. Pasado algún tiempo, no sé por qué conducto, que en Palomares vendían terrenos donde se podía edificar. Conseguí enterarme quién era el dueño y quedamos para ver el sitio donde estaban ubicados. 

Una mañana nos citamos en la plaza de San Francisco. Nos presentamos y nos pusimos camino de Palomares. Este señor era muy agradable y se llamaba Don Gabriel Lanzas . Nos subimos en su coche y nos pusimos en camino.

La carretera era casi como un camino. Pocos coches nos encontramos, pero cuando esto sucedía, había que apartarse hasta fuera del arcén para efectuar el cruce, ya que en la calzada solo cabía un vehículo.

Avistamos el pueblo, cuya perspectiva no me desagradó. Llegamos y paramos en una plaza pequeña que tenía una cruz de hierro en el centro, un locutorio telefónico de los de manivela y... poca gente. Atravesamos el pueblo. Entramos nuevamente en la carretera y enseguida aparcamos a la derecha, en la entrada de una finca.

Don Gabriel me dijo : ESTA ES LA LAGUNA. La finca no tenía más atractivo que cualquier otro olivar del Aljarafe. Tenía la entrada en la que hoy es la Avenida de las Rosas. Seguía un camino peatonal que torcía a la izquierda, atravesaba la parcela que hay en la primera esquina y se llegaba a un pozo, que aún está en la parcela colindante.

La Laguna tiene este nombre porque sobre a la mitad de la calle Tulipanes manaba agua de la tierra; en toda esta hondonada que se vertía en el barranco, donde se hacía una laguna pequeña. En esta laguna había una enorme cantidad de ranas que croaban siempre. Había pájaros por todas partes y erizos y perdices, cuyos nidos podías ver, si tenías interés en ver sus huevos que nos traerían nuevos vecinos.

Aquel mismo día acordamos la compra del terreno y aquí empezó, creo que para siempre, una pequeña historia unida a la de Palomares del Río.
José Cabral Arrabal

5 comentarios:

  1. Muy bonita tu historia ¡¡que envidia!!. Conociste Palomares "casi" desde el principio, lo viste crecer.

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  2. yo tengo 38 años y desde la barriga de mi madre estoy en la laguna, y las ranas, Cabral,vuelven (no somo ni por donde) todos los inviernos a la piscina "sucia" para cantar...

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  3. Respuestas
    1. Si tu madre es un pedazo de puta, no pienses que las de los demás trabajan donde la tuya. Bonita historia, siempre se aprende de los que antes vinieron, aunque haya gentuza que sólo saben soltar palabrotas...la gente amargada es así, no dan para más. Ya me hubiera gustado poder conocer aquellos tiempos donde se vivía tranquilo y en la naturaleza, con buena gente de la de antes.

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  4. laureaanoooo donde estaba que no te encuentrabaaaaa

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